Rehaciendo Tu Relación Después de una Infidelidad

¿Puede tu relación sobrevivir el adulterio? ¿Crees que sí existe alguna manera de reparar el lazo que se ha roto?  Cada año muchas parejas sufren esta agonía en nuestro país.  Algunas terminan divorciándose mientras otras perseveran y rehacen su relación.  Yo creo que sí, la relación puede sobrevivir si los dos cónyuges están dispuestos a reforzar el matrimonio deteriorado.  Si tu relación ha sufrido una infidelidad probablemente crees que estas pasando por el momento más oscuro de tu vida; pero si le permites a Dios que te alumbre con Su luz, Él te guiará hacia las respuestas que buscas.  ¿Por dónde comenzamos?

1.  Acepta la voluntad de Dios. Puede que tu corazón no lo quiera escuchar, pero Dios Padre claramente muestra por medio de Su Palabra y Sus acciones de que Él es un Dios de reconciliación.  Él desea que sus hijos adúlteros regresen a Él.  Dios le dijo al profeta Jeremías que declarara ante el pueblo de Israel, quien se prostituyó con otros dioses,  “‘¡Vuelve, apóstata Israel! No te miraré con ira’ —afirma el SEÑOR—.  ‘No te guardaré rencor para siempre, porque soy misericordioso’  —afirma el SEÑOR—.  ‘Tan solo reconoce tu culpa, y que te rebelaste contra el SEÑOR tu Dios.  Bajo todo árbol frondoso has brindado a dioses extraños tus favores, y no has querido obedecerme’ —afirma el SEÑOR—.  ‘¡Vuélvanse a mí, apóstatas’ —afirma el SEÑOR, — ‘porque yo soy tu esposo!’” (Jeremías 3:12-14).  Estas palabras muestran con claridad que Dios anhela la reconciliación con aquellos quienes quebrantan el convenio con Él.  El único requisito era que Israel reconociera y se arrepintiera  de su pecado, y Dios prometió tenerle misericordia y aceptarla de nuevo.  Lo que menos quería el Padre era divorciarse de ella.  Su anhelo principal era, y siempre ha sido, la reconciliación.  Yo creo que el ejemplo de Dios nos muestra que ese también debe ser nuestro anhelo principal.

Muchos de ustedes estarán pensando, y entonces, ¿por qué  en Mateo 19:9 Jesucristo permitió el divorcio en casos de adulterio?  Él permitió el divorcio en situaciones en las que el culpable se negaba a reconocer su pecado y a arrepentirse.  ¿Cómo podemos estar seguros de que ese es el criterio?  Simplemente regresa  al contexto del pasaje citado anteriormente y veras que. Dios mismo declaró su derecho de divorciarse de  Israel porque ésta no regresaba y no se arrepentía.  Dios también le dijo a Jeremías: “¿Has visto lo que ha hecho Israel, la infiel?  Se fue a todo monte alto, y allí bajo todo árbol frondoso, se prostituyó.  Yo pensaba que después de hacer todo esto ella volvería a mí.  Pero no lo hizo.  Esto lo vio su hermana, la infiel Judá, y vio también que yo había repudiado a la apóstata Israel, y que le había dado carta de divorcio por todos los adulterios que había cometido.  No obstante, su hermana, la infiel Judá, no tuvo ningún temor, sino que también ella se prostituyó.” (Jeremías 3:6-8). Observa que lo más importante  en éste pasaje es el hecho de que Dios llamó a Su pueblo y les pidió que regresaran, pero ellos se negaron a hacerlo.  Aún cuando Israel y Judá rechazaron Su petición, Dios continuo implorándoles.  Finalmente,  por la dureza de sus corazones y los muchos años de rechazo, Él los dejó caer en cautiverio.

Por lo tanto, éste ejemplo claramente muestra que la voluntad de Dios es de siempre buscar reconciliación.  ¿Por qué? Él aborrece el divorcio  porque resulta en el deterioro de una relación y de la familia (Malaquías 2:16).  Él no quería divorciarse de su pueblo, pero se vio obligado a hacerlo porque ellos insistieron en perseguir  otros amantes.

Por lo tanto, si existe una posibilidad de reconciliación, ¿Porqué no intentarlo?  ¿Porqué has de perder la oportunidad de salvar tu matrimonio y de redimir a  tu familia?  Jesús nos enseñó que el divorcio solo ocurre “por lo obstinados que son”  (Mateo 19:8.) Yo personalmente he presenciado esta obstinación en ambos, en el corazón del adúltero quien se niega a arrepentirse de su relación ilícita, y en el corazón del cónyuge ofendido quien se niega a perdonar y a procurar la reconciliación.

Entonces, ¿estas dispuesto a preguntarle al Señor qué es lo que Él quiere? Si es así, comienza por pedirle un corazón dispuesto a procurar la reconciliación.  Si ambos, el esposo y la esposa están dispuestos, todo se puede reconciliar.  Recuerda, Jesús dijo,  “para Dios todo es posible” (Marcos 10:27).  ¿Creés en Su Palabra?  Si te niegas a consultar Su corazón en esta situación o si rehúsas Su poder, será imposible reconciliar tu relación. ¡Toma tu decisión!

¿Estas dispuesto a permitir que el Señor influya en tu decisión y te ayude a reconciliarte? Si es así, continua con los siguientes pasos.

2.  Clarifica la decisión de tu cónyuge. Ya que hayas decidido procurar la reconciliación, debes preguntarte, ¿tomó tu pareja la misma decisión?  Muy a menudo, el cónyuge infiel no está dispuesto a reconciliarse porque él o ella aun no ha abandonado la relación adúltera.  Al llegar a este punto, el cónyuge ofendido comete uno de dos errores mortales.  Algunos se vuelven inflexibles  y arrogantes; exigen la reconciliación olvidando de que el cimiento de una relación es la decisión consciente de amar, lo cual no se puede forzar.  Por otra parte, algunos son muy cohibidos y temen exigirle a su pareja que tome una decisión por miedo a que él/ella optará por irse.  Es esencial recordar que para reconciliar la relación, los dos cónyuges deben estar dispuestos a hacerlo. 

Sin embargo, puede que te estés preguntando, ¿es realmente bíblico exigirle a tu cónyuge que tome una decisión?  La mejor respuesta a esa pregunta esta en la manera en que Elías confrontó a la gente con las alabanzas adúlteras que daban a Baal.  Él hizo una simple petición: “—¿Hasta cuándo van a seguir indecisos? Si el Dios verdadero es el Señor, deben seguirlo; pero si es Baal, síganlo a él.” (1Reyes 18:21).  Jesucristo también   claramente dijo que debes escoger un campo o el otro, indicando que con Él no existe un camino medio: “El que no está de mi parte, está contra mí.” (Lucas 11:23).  Con estos ejemplos es obvio que la persona tiene que escoger y que no hay nada malo en pedirles que lo hagan.  Hasta que la persona tome su decisión, no se puede ni tan siquiera comenzar el proceso de reconciliación.  Además, aquellos que se niegan a tomar una decisión de hecho la están tomando.  El no tomar una decisión es claramente la opción de continuar con el comportamiento actual.  Eso significa que es probable que en el futuro habrá otra relación adúltera o al menos, un matrimonio apático.

¿Qué debes hacer si tu cónyuge se niega a tomar una decisión?  Lo mejor es esperar por un breve tiempo y pedirle a Dios que te guíe en tu reacción.  Recuerda, Dios siempre le dio a Su pueblo “tiempo para que se arrepienta" (Apocalipsis 2:21-22).  Pero, no dejes simplemente pasar el tiempo. ¿Por qué?  Porque entonces estás comunicando un mensaje contradictorio.  Tú, verbalmente declaras que quieres una reconciliación, pero al permitir que la situación continúe estás comunicando que aceptarás la relación tal como está.  Por lo tanto, establece claramente tu posición y exígele a tu pareja que haga lo mismo.

3. Busca orientación espiritual. Sugiero que te comuniques con tu pastor o con un anciano de tu iglesia porque las circunstancias que los han dividido son muy difíciles y se requerirá una reestructura total de su relación.  El tema principal que necesitas explorar y entender es el porqué tu relación llegó hasta ese punto.  También necesitarás asistencia para reconciliar y perdonar esas ofensas.  Aún más, los dos necesitarán una persona que les ayude a mantenerse fieles a cumplir lo que han prometido hacer.  Salomón nos dio gran entendimiento sobre lo sabio que es seguir un consejo. “Al necio le parece bien lo que emprende, pero el sabio atiende al consejo.” (Proverbios 12:15).  Puede que lo que tú crees que está bien, no sea lo más apropiado.

Además, debes asegurarte que tu consejero conoce bien las Escrituras y  que sepa cómo aplicarlas prácticamente a tus circunstancias.  Si quieres resolver tus problemas como Dios manda, necesitas la sabiduría de Dios.  Debes de acatar la exhortación, “Dichosos los que me escuchan y a mis puertas están atentos cada día, esperando a la entrada de mi casa.”  ¿Estás tú en espera y atento a lo que se dice a las puertas del Señor o escuchas solamente lo que te dicen tus amistades?

Después de escuchar los consejos bíblicos, tendrás que aplicar esas enseñanzas.  El mejor consejo no tiene ningún valor a menos que lo pongas en práctica y que hagas los cambios necesarios.  Jesús dijo: “Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca.”   Si quieres construir tu casa sobre un cimiento firme, apóyate en la Palabra de Dios y en un consejero bíblico que te pueda ayudar a salvar tu relación.

4. Opta por perdonar. Después de leer este título probablemente estarás pensando, No sé si yo pueda perdonar. ¿Es posible hacerlo?  ¡Sí, lo es!  Toma los siguientes pasos:

(a)  Primero, considera todas las cosas en tu pasado que Dios te ha perdonado.  Luego, reflexiona sobre todas las áreas en las que estás fallando actualmente y considera la libre y abundante misericordia que fluye del Padre.  Al examinar primero tus propias faltas, estas obedeciendo el mandamiento que dio Jesucristo en Mateo 7:5 “saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano.”  El obedecer este mandamiento te ayudará grandemente a adquirir la inclinación para perdonar.

(b)  Ahora, pídele a Dios que te dé un corazón tierno para perdonar a tu cónyuge tal como Él te ha perdonado a  ti.  La Biblia dice, “Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.” (Efesios 4:32).

(c) Luego, opta por perdonar a tu cónyuge.  Recuerda, el perdón es una decisión que tomas de corazón simplemente por que es un mandamiento.  Todo aspecto de la vida cristiana está sujeto a la decisión de obedecer  los mandamientos de Dios.  Por ejemplo, servir al Señor es un mandamiento, pero tú tienes que decidir si consentirás o no. (Josué 24:15).  El tener fe también es un mandamiento que se debe obedecer.  “Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos los unos a los otros” (1 Juan 3:23).  Así mismo es el perdón.  El mandamiento dice: “Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados” (Marcos 11:25-26). La palabra, “perdónenlo” indica que es una decisión que has de tomar.

Además, no pienses que tienes que estar inclinado/a a perdonar a tu cónyuge antes de que tomes la decisión de hacerlo.  El perdón debe concederlo tu corazón antes de que lo conceda tus sentimientos. (Mateo 18:35).  Simplemente opta por hacer lo que agrada al Señor y la sensibilidad para el perdón te nacerá (Isaías 56:4).

(d) Ya que hayas decidido perdonar, debes cumplir tu promesa. Debes entender que cuando tú perdonas, a la vez prometes borrar el pecado del libro de cuentas en tu memoria y  jamás volver a mencionarlo.  Esto es exactamente lo que Dios hace cuando te perdona a ti.  Él declaró: “Yo soy el que por amor a mí mismo borra tus transgresiones y no se acuerda más de tus pecados.” (Isaías 43:25).  La traducción  borrar  significa limpiar o desvanecer.  La palabra acordar significa mencionar o recordar.  Por lo tanto, cuando tú perdonas estas prometiendo nunca mencionar ni usar ese pecado como una arma durante una discusión acalorada.  Obviamente tú no puedes olvidar ni borrar ese pecado de tu memoria, pero tú puedes rehusar a usarlo en contra de tu pareja.  Esa es una decisión que tienes que tomar a diario y a veces de hora a hora.

5. ¿Cómo llegaron hasta aquí?  Después de perdonarse el uno al otro tienen que comenzar a reconstruir su matrimonio.  ¿Por dónde empezar?  Cuando una estructura se derrumba el ingeniero tiene que asesorar e identificar el punto débil que causó su derrumbe.  Esto es exactamente lo que se tiene que hacer en tu matrimonio. Para saber cómo fortalecer tu matrimonio y cómo resolver los problemas que los han dividido es esencial que determines porqué razón tu relación se debilitó hasta ese estado.  Necesitas entendimiento para que esto no vuelva a ocurrir.  Salomón declaró que la falta de juicio era una de las causas principales del adulterio. “Pero al que comete adulterio le faltan sesos; el que así actúa se destruye a sí mismo” (Proverbios 6:32).

Para adquirir ese valioso entendimiento aborda las siguientes preguntas con tu pareja: ¿fue el adulterio el resultado de una relación superficial con Cristo o la falta total de ella?  ¿Existían los siguientes obstáculos en tu matrimonio: la acumulación de resentimiento, soberbia, lujuria, falta de comunicación?  En otras palabras, ¿qué otros problemas subyacentes deben resolver?

Incluso, tú, la pareja ofendida, ¿hiciste algo para alejar a tu pareja?  ¿Te distanciaste de la relación?  ¿Controlabas o manipulabas a tu cónyuge o actuabas desinteresado y sin dedicación?  ¿Eras una pareja taciturna o te comunicabas de una manera ofensiva?  ¿Eras exigente y dominante sexualmente o rechazabas constantemente la intimidad con tu pareja?

No importa quien sea el culpable, acéptalo. ¡No le eches la culpa a otro!  Acepta la responsabilidad de tu parte, confiesa tus faltas a tu pareja y pídele perdón.  Cualesquiera que hayan sido los problemas, necesitas permitir que el Señor personalmente transforme tu vida.

6. Implementa cambios decisivos.  Otro error fundamental que muchas parejas cometen al tratar de reconciliarse después del adulterio es de hacer cambios superficiales solamente.  Esto es una tontería porque cuando los cambios son solamente externos, resultan varias consecuencias.  Primero, la pareja se da cuenta de que los cambios no son concretos y por lo tanto uno o los dos cónyuges pierden la esperanza de que las cosas cambiaran.  Sin esperanza no hay motivación para luchar por transformar la relación.  Como consecuencia, los dos cónyuges empiezan a regresar a sus viejas costumbres y el matrimonio regresa a como estaba antes de que ocurriera el adulterio.  Si ésta es tu situación actual, léele esta sección a tu pareja y opta por hacer los cambios necesarios.  Recuerda que el proceso de reconstrucción es una obra de amor que diariamente requerirá humildad, sinceridad, abnegación y mucho esfuerzo (1 Tesa. 1:3; Mateo 16:24; 1 Pedro 5:5-6).

Si quieres lo mejor para tu matrimonio, pídele a Dios que ponga en tu corazón un arrepentimiento decisivo.  Pablo predicó a la gente diciéndoles que  se “arrepintieran y se convirtieran a Dios, y que demostraran su arrepentimiento con sus buenas obras.”  (Hechos 26:20).  Las obras dignas de un arrepentimiento sincero, siempre serán drásticas.  La palabra arrepentimiento significa que hay un cambio total en tu corazón y en tu actitud hacia tu conducta pecaminosa y que has dado media vuelta a tu rumbo.  Esto quiere decir que no solo te alejas del pecado sino que a la vez, volteas todo tu corazón hacia Dios.  Para lograr esos cambios decisivos e imprescindibles, tu única esperanza es la ayuda y el poder del Padre.  Si esto es lo que quieres, primero clama a Dios pidiendo que Su Espíritu hinche tu corazón y que Su poder cambie totalmente el rumbo de tu comportamiento (Lucas 11:13).  Luego, cumple las promesas que le hiciste a tu pareja y corrige lo que faltaba en  tu relación.  Estos pasos son los únicos que pueden garantizar que tu matrimonio se restablecerá completamente.

7. Reaviva tu relación. Jesucristo nos dio un indicio simple pero sagaz sobre cómo reavivar tu primer enamoramiento con Él.  Él dijo, “¡Recuerda de dónde has caído! Arrepiéntete y vuelve a practicar las obras que hacías al principio.  Si no te arrepientes, iré y quitaré de su lugar tu candelabro” (Apocalipsis 2:5).  Jesús quería que su pueblo comenzara esta revivificación recordando lo que sintieron al enamorarse de Él, arrepintiéndose y regresando a la conducta de ese primer enamoramiento. 

Por lo tanto, si quieres reavivar la relación con tu cónyuge, pon en práctica este consejo en tu matrimonio.  Acuérdate de como eran las cosas cuando se conocieron y se enamoraron.  Pídele a Dios que te perdone tu egoísmo, altivez y lo que sea que desunió tu relación.  Luego, ve y comienza a intimar con tu cónyuge como lo hacías cuando se conocieron.  Salgan a caminar juntos, tomen tiempo para platicar a diario, comiencen a cortejarse, traele regalitos a casa o déjale notitas amorosas que sinceramente demuestren tu dedicación y cariño.  Últimamente, ese amor reavivado es la mejor indicación de que sí han hecho los cambios necesarios para realmente restaurar su relación.  Consideren la intensidad de su amor.  ¿Regresó la atracción romántica?  ¿Están ansiosos por volverse a ver al final del día?  ¿Anhelan estar juntos?  Si el arrepentimiento entre ustedes ha sido sincero, y si realmente resolvieron los problemas en su relación, regresará ese amor.  Si no es así, determinen la razón del porqué, e identifiquen que es lo que se necesita hacer; si es necesario, consulten con un consejero.

Otro aspecto esencial para renovar tu relación es el confiar en tu pareja de nuevo.  Si tú eres la pareja ofendida, reconozco que estarás pensando, Confié una vez, ¿cómo podré entregarme de nuevo así? Admito que el restablecer la confianza es difícil, pero? ¡Sí, es posible! ¿Cómo? Básicamente, la confianza se puede restablecer solamente después de que se han resuelto en el matrimonio todos los temas antes mencionados.  Tomará tiempo.  Sin embargo, si persisten y luchan por restaurar su relación,  el amor entre ustedes renacerá.  El amor es la clave para volver a confiar de nuevo.  Pablo mencionó esta cualidad del amor: “El amor... todo lo cree” (1 Corintios 13:4-7).

Para más detalles sobre cómo aprender a confiar de nuevo, véase Vol. 7, Edición 3 de esta publicación, titulada, “Restaurando la Confianza en tu Relación” en www.covenantkeepers.org

8. Controla tus pensamientos. Finalmente, un elemento imprescindible para que perdure una relación restaurada es el controlar tus pensamientos.  La razón es porque cuando surjan dificultades, ambos cónyuges tendrán la tentación de volver a enfocarse en el pasado, lo cual será un enorme obstáculo para la restauración.  El cónyuge ofendido generalmente batalla con el resentimiento sobre lo ocurrido o con el temor de que volverá a ocurrir.  El cónyuge responsable generalmente batalla con el sentido de culpa y el reproche por su fracaso.  Por lo tanto, debes someter todos tus pensamientos al dominio de Cristo (2 Corintios 10:5). ¡No puedes volver la vista atrás!  Debes fijar tus ojos en el camino que tienes por delante.  Para ilustrar esta verdad, imagínate lo que ocurriría si intentas manejar tu automóvil en la carretera y constantemente vuelves la vista al espejo retrovisor.  Obviamente, ¡chocarías! Si no controlas tus pensamientos, tarde o temprano tu relación se topará contra una pared espiritual y emocional.

Puede que estés pensando, pero, ¿cómo controlo mis pensamientos? ¿Es siquiera posible someter mis pensamientos al dominio de Cristo? La respuesta es, ¡sí!  Dios jamás te ordenaría hacer algo que es imposible lograr.  ¿Quieres saber cómo lograrlo?

(a) Primero, debes reconocer la razón por la cual es importante controlar tus pensamientos.  Es muy simple, tus pensamientos controlan directamente lo que sientes por tu cónyuge.  Consecuentemente, no puedes concentrarte en las faltas de tu pareja y a la vez sentir ternura por ella.  Igualmente, no te puedes concentrar en el reproche de cómo tú destruiste tu matrimonio y a la vez rebosar del gozo del Señor.  Esto sería imposible.  Observa la relación entre los pensamientos de Pedro y sus emociones después de que él negó a Cristo. “Al instante un gallo cantó por segunda vez.  Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho: ‘Antes de que el gallo cante por segunda vez, me negarás tres veces’ Y se echo a llorar” (Marcos 14:72).  Al leer este versículo, puedes ver cómo es que tus pensamientos afectan tus sentimientos.

(b) Segundo, ya que se ha perdonado la infidelidad, debes optar por no aferrarte más a ese fracaso.  Cuando comiencen a surgir esos pensamientos, recházalos como algo que viene a destruirte y a llevarte hacia la desolación y el resentimiento.  Considera esos pensamientos y contiende con ellos en la misma manera como contenderías con un chismoso que intenta destruir tu relación con información inapropiada.  Esto es lo que hizo Pablo con sus propios pensamientos sobre su persecución de los cristianos.  Él dijo “Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante” (Filipenses 3:13).  La palabra olvidando significa ignorarlo o desecharlo de tu mente.  ¿Estás haciendo eso con tus memorias del pasado?  Deliberadamente y a voluntad, ¿optas por desechar esos pensamientos de tu mente o les permites que te tropiecen?

(c) Finalmente, opta por reflexionar sobre los cambios positivos que han ocurrido después de la reconciliación.  Una vez más, esa fue la solución de Pablo por más de cuatro años durante su encarcelamiento por acusaciones falsas.  Ponte en el lugar de Pablo, ¿No crees que él talvez haya batallado en su mente con las circunstancias injustas en su vida?  Él le explicó a la iglesia Filipense cómo es que encontró la paz: “Por último hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio”  (Filipenses 4:8).  Debes decidir concientemente que te concentrarás en las cosas positivas que han ocurrido en tu relación.  Opta por considerar esas cosas y no el pasado.  Esto es lo que significa alcanzar lo que está delante. ¿Te aferras a esos pensamientos a diario?

En conclusión, al tomar los pasos antes mencionados, que el Dios de toda gracia y  consuelo te confiera la fortaleza y persistencia para resolver cada uno de los problemas.  No permitas que los pecados del pasado te impidan llevar a cabo tu reconciliación.  Tu matrimonio y tu familia ¡realmente valen la pena!  Recuerda la promesa que Jesús le hizo a Pablo durante su lucha: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.” (2 Corintios 12:9). ¡Que nuestro Señor te fortalezca el día de hoy!