Cómo encontrarle sentido a la enfermedad
Si tú o tu ser querido padece de una enfermedad grave, probablemente hay muchas preguntas que se te cruzan por la mente. Estas preguntas requieren respuestas bíblicas y bien pensadas. Preguntas tales como: ¿Por qué permitió Dios esta enfermedad? ¿Qué sentido tiene este sufrimiento? ¿Cómo debe un creyente reaccionar a la enfermedad? Estas preguntas son muy difíciles. Espero que este artículo te ayude a aclarar tu fe y te motive a tomar decisiones sensatas en los próximos días.
¿Por qué permitió Dios que tú o tu ser querido se enfermara?
Francamente, no es fácil contestar esta pregunta porque las Escrituras dan muchas razones por las cuales padecemos enfermedades. Por lo tanto, es difícil determinar la causa que atañe a tu situación. Estas son algunas de las razones principales que se encuentran en las Escrituras.
1. Las enfermedades y la muerte nos llegan a todos porque somos seres caídos y vivimos en un mundo caído. Nos enfermamos y morimos porque somos seres humanos imperfectos y vivimos en un mundo lleno de bacterias y virus que atacan nuestro cuerpo. Pablo declaró que la paga del pecado es la muerte (Ro.6:23). Esta muerte se refiere a la muerte espiritual pero también a la muerte física que tarde o temprano le llega a todo ser humano. Para ponerle fin a todas las enfermedades y a la muerte, Dios tendría que ponerle fin al mundo que conocemos. Jesús dijo que un día regresaría a establecer Su reino aquí en este mundo y sacaría del mundo todas las cosas ofensivas (Mat.13:41).
2. A veces, Dios permite una enfermedad para llevar a cabo Su propósito. Dios dijo que cierto hombre nació ciego “para que las obras de Dios se manifiesten en él” (Jn.9:3). En otras ocasiones Jesús dijo que Él sanaba a una persona para glorificar a Dios (Jn.11:4). Por lo tanto, de una cosa puedes estar seguro, Dios llevará a cabo Su propósito en tu vida por medio de esta enfermedad.
3. Dios también usa la enfermedad para juzgar a la gente que se rebela en contra de Él. El rey Joram es un ejemplo de este tipo de enfermedad (2Cr. 21:1-19). Dios permitió que Joram se enfermara para que se humillara y le pidiera ayuda. Las Escrituras dicen que Dios nunca aflige a nadie en vano, sino que lo permite con la esperanza de que la persona abandone su pecado. Jeremías declaró: “Porque el Señor no rechaza para siempre, Antes bien, si aflige, también se compadecerá Su gran misericordia. Porque El no castiga por gusto Ni aflige a los hijos de los hombres” (Lam. 3:31-33 NBLH). El Rey Ezequías es un buen ejemplo de un hombre que buscó a Dios, fue sanado y se recuperó de su enfermedad (2 Reyes 20:1-5).
Si tú eres creyente--justo ante Dios--esta no puede ser la causa de tu enfermedad porque tú ya tienes una buena relación con el Padre. Muchas enfermedades no tienen nada que ver con el pecado de la persona ni con su rebeldía. Jesús aclaró esto cuando los discípulos le preguntaron acerca del hombre que nació ciego. “Rabí (Maestro), ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?” Jesús respondió: “Ni éste pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él” (Jn.9:2-3 NBLH). Fíjate que Jesús declaró enfáticamente que ni este hombre ni sus padres tuvieron nada que ver con su defecto de nacimiento. El único propósito de Dios era revelar Su gloria al sanar al hombre.
Sin embargo, si no tienes una relación personal con Cristo, es posible que Dios permita esta enfermedad para llamarte la atención. Para resolver la duda de que ésta sea la causa de tu enfermedad, entrégale tu vida a Dios. Invita a Jesús a que entre en tu corazón y pídele que perdone tus pecados. La Palabra de Dios promete: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1Jn.1:9). Dios se deleita en mostrar misericordia (Miqueas 7:18-19). Una vez que le hayas entregado tu vida a Cristo podrás eliminar la posibilidad de que esta sea la causa de tu enfermedad.
4. En ciertas ocasiones Dios no revela claramente la razón por la enfermedad. Él permite que se enfermen personas de gran fe, a quienes ha usado en gran manera. Algunas de estas personas no se recuperan y Dios no da una explicación. Sus razones. El profeta Eliseo es un buen ejemplo de esto. Él se enfermó y murió después de haber sanado a muchas personas en su ministerio (2 Reyes 13:14). Dios no explicó porqué permitió que este hombre terminara su ministerio de esta manera. Siempre que Dios hace algo sin dar explicación, debes confiar en Su sabiduría soberana y Su amor. Sus propósitos están por encima de tu entendimiento y Él los lleva a cabo para el beneficio de todos a quienes concierne. A menos que Dios expresamente revele Su plan, Pablo dice: “¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Ro.11:33). Dios no le dijo al apóstol Pablo porqué le dio un aguijón en la carne, simplemente lo animó para que confiara en Su soberanía y la abundancia de Su gracia. De este aguijón Pablo dijo, “tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2Co.12:8-10). Por lo tanto, pídele a Dios que te revele Su gracia y Su poder durante este período de debilidad.
5. A veces Dios permite una enfermedad para que sirva de testimonio de Su poder y Su gloria. Un buen ejemplo de esta verdad es la historia de la víbora venenosa que mordió a Pablo después del naufragio. Mientras Pablo recogía leña en la isla, una víbora se afianzó a su mano. Él sacudió la mano y tiró la víbora al fuego, pero no sufrió ningún daño. Los nativos de la isla vieron esto y pensaron que Pablo, de seguro, era un asesino y como escapó de la muerte en el mar, la justicia no le permitiría vivir. Al ver que Pablo no murió, la gente cambió de opinión y pensó que era un dios. El Señor usó esta situación para que la gente le pidiera a Pablo que orara por el magistrado de la isla que se encontraba enfermo. Dios sanó a este hombre y luego muchos enfermos de la isla llegaron y también fueron sanados. ¡Qué testimonio! Y todo fue porque a Pablo lo mordió una víbora (Hch. 28:1-10).
6. Una de las promesas más alentadoras de Dios es que cuando una persona se enferma, Él promete sostenerla en el lecho de enfermo (Salmo 41:3). Por lo tanto, deja que el Señor te fortalezca espiritualmente y acércate a Él durante esta enfermedad. Si buscas al Señor, lo hallarás y encontrarás la gracia necesaria para lo que vendrá (Mt.7:7-8). Es esencial que te fortalezcas espiritualmente porque Salomón también dijo: “El ánimo del hombre soportará su enfermedad; Mas ¿quién soportará al ánimo angustiado?” (Prov.18:14). Por lo tanto, ya sea que sanes o recibas la mejor sanación (la muerte y un cuerpo nuevo), el Señor estará contigo y te sostendrá con Su gracia. David declaró: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (S.46:1). El Señor también promete: “Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré” (S.91:15). Quiero animarte a que busques al Señor para que Él sea tu amparo y tu fortaleza durante este período de enfermedad en tu vida. Él quiere estar contigo y quiere ayudarte, pero se lo tienes que pedir.
¿Por qué permite Dios el sufrimiento?
La pregunta, ¿por qué permite Dios el sufrimiento?, está directamente relacionada con la pregunta, ¿por qué permite Dios la enfermedad ya que cuando estás enfermo sufres? Si tú o un ser querido está luchando contra una enfermedad grave o terminal, seguro que surgió el tema del sufrimiento. Necesitas entender bíblicamente porqué Dios permite el sufrimiento. Las siguientes Escrituras nos dan varias razones por las que Dios permite el sufrimiento en nuestras vidas.
1. Dios siempre tiene una razón y un propósito para permitir el sufrimiento. Dios dijo claramente que Él tiene un propósito eterno para la vida de todo creyente. Pablo declaró que en Cristo “hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de Aquél que obra todas las cosas conforme al consejo de Su voluntad” (Ef.1:11 LBLH). Por lo tanto, puedes estar seguro de que durante este período de sufrimiento Dios está llevando a cabo Su propósito eterno en tu vida. Él obra por medio de todas las cosas que están sucediendo en tu vida para cumplir Su voluntad.
Es importante recordar que aun el mismo Jesús sufrió, “para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer… conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor (Ef.3:10-11). Dios tenía un propósito eterno cuando permitió que Su propio Hijo sufriera. Pablo explicó que este propósito era darnos a entender y a conocer la sabiduría y el amor de Dios por medio de la muerte de Su Hijo en Su plan de redención. Por lo tanto, si Dios permitió que Su propio Hijo sufriera para llevar a cabo Su propósito eterno, entonces también debes confiar que Él llevará a cabo Su propósito eterno en medio de tu sufrimiento. Dios podría usar tu sufrimiento para redimir la vida de otra persona usando tu testimonio y tu ejemplo. Pero, ¿cómo puedes estar seguro de que algo bueno saldrá de tu sufrimiento? Pablo instruyó: “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Ro.8:28). Observa que Pablo no dice que todas las cosas que nos suceden son buenas, sino más bien, que Dios toma todas estas cosas y hace que juntas funcionen para el bien, para llevar a cabo Su propósito eterno.
2. Dios permite el sufrimiento para que sepas que Él es Dios. Dios también permite las pruebas y el sufrimiento para que en medio de todo reconozcas que Él es Dios. Moisés les explicó a los hijos de Israel que esto sería el resultado de todos sus sufrimientos. Les dijo: “Cuando estuvieres en angustia, y te alcanzaren todas estas cosas, si en los postreros días te volvieres a Jehová tu Dios, y oyeres su voz…Jehová tu Dios; no te dejará, ni te destruirá, ni se olvidará del pacto que les juró a tus padres… A ti te fue mostrado, para que supieses que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él” (Deut.4:30-35). Moisés le explicó al pueblo que las pruebas que ellos pasarían les ayudarían a reconocer que el Señor es Dios y no hay ningún otro Dios. Ellos verían como la mano misericordiosa de Dios les ayudaría, proveería para ellos y los fortalecería. Fíjate que Dios no les dijo que nunca permitiría la angustia en sus vidas, sino más bien que no los abandonaría ni se olvidaría de ellos en medio de su sufrimiento. Sin embargo, la clave para recibir esta revelación de que Dios es soberano y que te sostendrá, solo la encuentras cuando obedeces Su voz y crees que Dios no te ha abandonado y no ha abandonado Sus promesas. ¡Confía en que Él te ama y no te abandonará! Recuerda que Dios prometió: “No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré” (He.13:5-6). Pídele al Señor esta confianza y esta seguridad en tu corazón.
3. Dios permite el sufrimiento para ponerte a prueba. El sufrimiento revela tu reacción ante Dios y ante los demás. ¿Culparás y maldecirás a Dios o confiarás en que Él llevará a cabo Su plan, aunque tú no lo entiendas? Dios les dijo a los judíos: “Pues te he purificado, pero no como a plata; Te he probado en el crisol de la aflicción” (Is.48:10 NBLH). Nadie disfruta de las pruebas y las aflicciones que el sufrimiento conlleva, pero éstas, de hecho, refinan nuestro carácter y nos ayudan a discernir lo que realmente importa en esta vida. Dios probó a José por medio de todo lo que sufrió cuando sus hermanos celosos lo vendieron como esclavo. David declaró que el Señor, “Envió a un hombre delante de ellos, A José, vendido como esclavo. Con grillos afligieron sus pies, El mismo fue puesto en cadenas, Hasta que su predicción se cumplió; La palabra del Señor lo puso a prueba” (S.105:17-19 NBLH). José sabía que Dios permitió todo ese sufrimiento porque estaba llevando a cabo un plan más grande, que al final sería para el bien de él y de toda su familia. Cuando José habló con sus hermanos después de salvarlos de la hambruna, les dijo: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” (Gén.50:20). José pasó la prueba porque confió en que Dios lo amaba y estaba llevando a cabo Su plan eterno. Tú también debes confiar en el plan soberano de Dios. Recuerda que Dios no promete que los justos no sufrirán; Él promete que “el justo saldrá de la tribulación” (Pr.12:13). Confía en que Dios te ayudará en esta prueba de fe.
4. Dios permite el sufrimiento para perfeccionarte y transformarte. Dios permite el sufrimiento en Su plan eterno para madurarte y fortalecerte. Pedro les dijo a los creyentes de su época: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1Pedro 5:10). La palabra, perfeccione, en este versículo significa madurar. ¿Cómo te madura y te fortalece el sufrimiento? El sufrimiento te lleva hasta el final de tus propios recursos y te motiva a buscar la ayuda del Señor. Cuando buscas la ayuda del Señor, Él te llena de Su Espíritu Santo y éste te habilita para perseverar. Cuando perseveras, tu carácter se edifica naturalmente y nace la esperanza en tu corazón. Observa cómo Pablo describe este proceso: “también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Ro.5:3-5). Por lo tanto, puedes estar seguro de que Dios te ama y derramará Su Espíritu en tu corazón para ayudarte y fortalecerte en medio de tu prueba. Pídele que te madure por medio de este sufrimiento.
Dios permite el sufrimiento cuando la persona se ha apartado de su fe. Dios usa la enfermedad y el sufrimiento para revelar la debilidad y la necesidad de una persona para que ésta regrese al Señor. Cuando el rey Manasés fue derrocado y llevado cautivo a Babilonia, Dios dijo: “Mas luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres. Y habiendo orado a él, fue atendido; pues Dios oyó su oración y lo restauró a Jerusalén, a su reino. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios” (2Cr.33:12-13). Lo mismo sucedió durante el ministerio del profeta Oseas cuando el pueblo se rebeló ante el Señor. Dios dijo: “Andaré y volveré a mi lugar, hasta que reconozcan su pecado y busquen mi rostro. En su angustia me buscarán” (Oseas 5:15). Por lo tanto, si nunca has aceptado a Cristo o si te has apartado de Él, haz lo que hizo el rey Manasés. Humíllate ante Dios, pídele perdón y tu Padre celestial escuchará tu clamor y te responderá.
5. Dios permite el sufrimiento para que puedas servir de testimonio a los demás. Pablo dijo lo siguiente acerca del sufrimiento: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación,el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación” (2Co.1:3-5). Así que cuando sufres, el Dios de toda consolación te consuela. Lo hace por dos razones. Primero, para fortalecerte y alentarte para que perseveres y soportes el sufrimiento. Segundo, Dios te consuela para que tú consueles a otros que están sufriendo lo mismo que tú sufriste. Uno de los mejores ejemplos del sufrimiento de hombres y mujeres de fe se encuentra en la epístola a los Hebreos. En esta carta, el apóstol enumera a los más grandes hombres y mujeres de fe. En el resumen que se encuentra en Hebreos 11:33-35, él nos revela porqué Dios permite el sufrimiento. Primero, Pablo enumera aquellos que “por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección”. Pero luego Pablo enumera aquellos que tenían la misma fe pero fueron “atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección”. Y luego otros que “experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido” (He.11:35-39). Observa la razón que Pablo dio por la cual sufrieron estos hombres y mujeres de fe. Fue para que nos sirvieran de testimonio a nosotros. Ellos no presenciaron el cumplimiento de la promesa de la venida del Mesías ni fueron liberados de su sufrimiento, pero se encuentran en la lista de los hombres y mujeres de gran fe. Por lo tanto, confía en que Su plan soberano se cumplirá en ti, y deja que Dios te use a ti como testimonio en medio de tu sufrimiento.
6. Dios permite el sufrimiento para llevar a cabo Su plan que está por encima de nuestro entendimiento. En los puntos anteriores ya expliqué varias razones por las que Dios permite el sufrimiento y las aflicciones. Sin embargo, nunca comprenderás por completo ni tendrás una respuesta a todas tus preguntas. La pregunta más común es: “¿Por qué me sobrevino esta enfermedad y este sufrimiento?” El profeta Habacuc clamó a Dios con esta misma pregunta cuando el pueblo de Israel fue llevado cautivo por una nación violenta y perversa. Él dijo: “¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás… y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan… el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia” (Hab.1:2-4). Dios le respondió a Su profeta con este desafío, “Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis” (Hab.1:5). Dios lo retó a que observara y viera lo que Él haría. El Señor declaró que Él estaba haciendo una obra que estaba más allá del alcance del intelecto del profeta, aunque se lo explicara. Dios también le dijo al profeta que simplemente confiara en el cuidado de Dios y en Su justicia (Hab.2:4).
Si tienes dudas al igual que el profeta Habacuc, tienes que confiar en lo que sabes. Confía en el hecho de que Dios tiene mucha más sabiduría que tú. Recuerda lo que el rey David declaró: “Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; Y su entendimiento es infinito” (Salmo 147:5). A menos que Dios revele las razones por sus acciones, Sus caminos son inescrutables (Ro.11:33). Por lo tanto, confía en Su sabiduría y conocimiento infinito. Dios sabe lo que hace. Reconoce delante del Señor que no logras entender, pero que confías en que Él conoce todos los detalles de tu vida.
Segundo, confía en el hecho de que Dios te ama y de que no está jugando con tu vida. Él comprobó Su amor por ti de una vez por todas cuando vino a este mundo y tomó sobre Sí mismo tu castigo y tu juicio en la cruz (Jn.3:16; Ro.8:31-32). Si Él te amó lo suficiente para sufrir y morir en tu lugar, ¿cómo puedes pensar que tu sufrimiento le causa placer? Confía en el hecho de que Dios te ama. Confía en el carácter, la sabiduría y el poder de Dios. Él se interesa por ti. Confía en que Él es más inteligente que tú y que de alguna manera usará este sufrimiento para bien.
¿Debes confiar en la sanación divina o acudir al médico?
Las Escrituras claramente demuestran que Dios quiere sanar a la gente para revelar Su poder. Jesús les mandó a los discípulos que oraran y sanaran a los enfermos (Mt.10:8). Dios le ha conferido a Su iglesia el don de sanación para que oremos por los enfermos (1Co.12:9). El apóstol Santiago instruyó: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados” (Stg.5:14-15). Por lo tanto, debes orar y creer en la intervención divina de Dios y Su sanación. Tu primer recurso siempre debe ser rogarle a Dios que te sane. Siempre encontrarás personas que tienen el don de sanación y que querrán orar por ti. Permíteles que oren en fe por ti. Pero, tú también tienes que tener fe. Dios quiere que confíes y creas que Él llevará a cabo Su plan durante estos momentos más difíciles de tu vida. Esto no es fácil porque tu mente socaba tu fe en la sanación divina. Así que debes luchar en la fe para permanecer firme creyendo lo que dice la Palabra de Dios que la sanación sí es posible. Pablo nos anima y nos dice: “Pelea la buena batalla de la fe” (1Tim.6:12). Tendrás que pelear la buena batalla para poder confiar en Dios cuando no entiendes lo que te está sucediendo, cuando te sientes muy mal y cuando parece que no hay esperanza.
Y entonces, ¿es una falta de fe acudir a un médico si la enfermedad continúa? ¡Seguro que no! Dios le ha conferido a la humanidad la sabiduría necesaria para tratar todo tipo de enfermedades y dolencias. Jesús no hubiera usado la analogía de un médico que cuida a los enfermos, ni tampoco se hubiera referido a sí mismo como un médico espiritual si no considerara que los médicos son esenciales para ayudar a los enfermos (Jer.8:22; Mt.9:12; Lc.4:23). El apóstol Pablo viajaba con Lucas, el médico, para que éste tratara sus muchas dolencias (Col.4:14). Muchos creyentes sostienen que los problemas físicos de Pablo provenían de las golpizas que había recibido, y que padecía de un grave problema ocular. Mira lo que dice Pablo acerca de su condición física: “y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo, antes bien me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús. ¿Dónde, pues, está esa satisfacción que experimentabais? Porque os doy testimonio de que, si hubieseis podido, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos” (Gá.4:14-15).
Por lo tanto, debes buscar al médico más capacitado y más atento para que provea el tratamiento para ti o para tu ser querido. Si no estás seguro del diagnóstico, busca una segunda opinión. Esta confirmará el diagnóstico y te dará discernimiento para tu tratamiento. Considera las opciones que tu médico te propone y toda la información disponible para escoger tu tratamiento.
¿Qué debes hacer si tú o tu ser querido no reciben sanación?
Muchos creyentes han dudado del amor de Dios porque no logran entender por qué algunos creyentes se sanan y otros no. No hay una buena respuesta al por qué Dios sana milagrosamente a algunos mientras que otros se recuperan con el tratamiento médico e incluso otros mueren. A veces Jesús sanaba a quien se le acercaba (Mt.12:15). En otras ocasiones sólo sanaba a una persona entre muchos enfermos. Es lo que hizo con el paralítico en el estanque de Betesda (Jn.5:1-9). Observa que había “una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua” ahí en el estanque, pero Jesús sanó sólo a un hombre (v.3). ¿Por qué no los sanó a todos? Las Escrituras no nos dicen. En ciertas ocasiones Jesús no hizo ningún milagro ni sanación por la incredulidad de la gente (Mt.13:58). Por lo tanto, debes entender que Dios es soberano en toda sanación y es imposible tratar de entender porqué unos reciben sanación y otros no. Dios tiene Sus razones y Su propósito que está llevando a cabo en la vida de la persona enferma y en las vidas de la familia y los amigos que lo rodean. Así que ruégale a Dios y busca Su poder sanativo, encuentra un buen médico y confía en que Dios llevará a cabo Su plan.
¿Dicen las Escrituras que todos serán sanados?
Es importante reconocer que Dios ha proveído la sanación por medio de la muerte de Su Hijo, pero las Escrituras no garantizan que todos serán sanados. Es por esto que muchos hombres y mujeres de gran fe no reciben sanación. Considera los ejemplos de Eliseo el profeta, Pablo el apóstol, Epafrodito, el compañero de Pablo. Estos son sólo unos cuantos, que Dios usó para causar un gran impacto en el mundo, pero no los sanó (2Reyes 13:14; 2Co.12:7-10; Fil.2:25-30). Así que debes tener en cuenta todas las Escrituras cuando estableces tus creencias. La interpretación o la aplicación errónea de la Palabra de Dios resultará en una gran confusión, un sentido de culpa y muchas prácticas erradas. Veamos las Escrituras que aparentan instruir que todos recibirán sanación y determinaremos el significado correcto.
1. Refiriéndose a Jesús, el apóstol Pedro dijo: “quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente;quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1Pedro 2:23-24). Muy a menudo se cita este pasaje para alentar a la gente diciéndoles que ya han sido sanadas por las heridas que Jesús soportó, lo cual implica que a todo creyente se le garantiza sanación. Personas de fe, con buenas intenciones te dicen que por la fe recibirás la sanación. Sin embargo, si examinas este pasaje con más cuidado, Pedro claramente se refiere a los beneficios espirituales que resultaron del sufrimiento, la muerte y la resurrección de Cristo, y cómo Su ejemplo nos debe ayudar a vivir justamente cuando enfrentamos sufrimientos. Es importante reconocer que la intención de este versículo es para que nosotros “vivamos a la justicia”. Reconozco que la palabra, sanados, significa curar a una persona, pero se usa en referencia a la transformación espiritual que Su muerte conlleva. Desafortunadamente, la gente cita este pasaje en referencia a la sanación corporal, pero la palabra, sanados, está en el tiempo verbal pasado lo que claramente indica que se refiere principalmente a la obra finalizada en la cruz y a la obra espiritual que nos sana para poder vivir en justicia. Observa lo que Isaías dijo de la condición espiritual enfermiza de la nación de Israel: “¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos!… Dejaron a Jehová,…Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente” (Is.1:4-5). Jesús usó la misma metáfora cuando dijo: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lc.5:31-32). Obviamente, aquí la enfermedad que necesita sanarse es la condición espiritual de la gente.
La sanación corporal definitivamente es un beneficio que el sacrificio de Cristo provee, pero las Escrituras no garantizan que todo creyente será sanado cada vez que lo pide en oración. La sanación es un don de Dios que Él confiere conforme a Su criterio; no es una garantía. Es un regalo que el Dador da o retiene según Sus propósitos divinos. Finalmente, el factor determinante sobre quien recibe la sanación y quien no, es la voluntad soberana de Dios.
2. Otro pasaje que parece indicar que todos recibirán la sanación es el comentario de Jesús: “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre… sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán (Mc.16:17-18). Debes encontrar el equilibrio entre este pasaje y las referencias bíblicas tocantes a la voluntad soberana de Dios. Una de estas referencias es Hebreos 2:4 que declara: “testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad”. O, como lo instruyó Juan en 1Juan 5:14-15, el Padre no contestará tus oraciones si no se conforman a Su voluntad.
Si luchas y discutes con Dios sobre la cuestión de porqué sana a unos y a otros no, tropezarás en tu fe porque no le estás dando a Dios soberanía en tu vida o en la vida de tu ser querido. No le podemos decir a Dios cómo debe hacer Sus operaciones; debemos permitir que lleve a cabo Su voluntad, cualquiera que sea. Si confías de todo corazón en la sanación divina de Dios, y aun así no la recibes, entonces tienes que concluir que Dios tiene otro propósito que Él llevará a cabo en tu vida. En ese caso debes clamar a Dios como lo hizo David, “Oye, oh Dios, mi clamor; A mi oración atiende…Llévame a la roca que es más alta que yo” (Salmo 61:1-2). Confía en que Él te dará la gracia suficiente para soportar esta prueba.
¿Por qué se tarda Dios en responder a las oraciones?
1. Cuando Dios se tarda en responder a tus oraciones es porque Él tiene otro propósito que quiere lograr. El mejor ejemplo de esta verdad es cuando Maria y Marta mandaron a buscar a Jesús porque su hermano, Lázaro, se enfermó. La Biblia enseña que “Cuando [Jesús] oyó, pues, que [Lázaro] estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba” (Juan11:6). ¿Por qué esperó Jesús y no salió inmediatamente a sanar a Su amigo? Las Escrituras dicen claramente que Jesús amaba a Lázaro (Juan 11:5). Jesús dio a conocer Su razonamiento cuando dijo que la enfermedad era para la gloria de Dios. Él quería resucitarlo de entre los muertos en frente de todas las personas ahí presentes. Frecuentemente, cuando le pedimos a Dios que nos sane, no conocemos el propósito que Él está llevando a cabo. Dios se glorificará a Sí mismo en la sanación inmediata de Su siervo, en la sanación tardía, en el poder del testimonio de una enfermedad continua o en la muerte de Su siervo. ¿Se puede glorificar a Dios al permitir que alguien muera? En la opinión de Cristo, ¡sí! El apóstol Juan escuchó cuando Jesús explicó que Pedro tendría que dar su vida por la causa de Cristo. Mira las palabras que Juan le atribuye a Jesús, “Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios” (Jn.21:19). Así que la muerte de Pedro glorificó a Dios.
2. Es posible que Dios se tarde en responder porque desea salvar a otros por medio de tus circunstancias. ¿Qué sucedió después de que Lázaro fue resucitado? “Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él” (Jn.11:45). Cuando la gente mire tus circunstancias y observe la manera en que Dios obra en tu vida, ellos también creerán que hay un Dios que te apoya y te sostiene.
3. Dios también se tarda en responder para fortalecer tu fe. Dios logró este propósito en la vida de Abraham cuando éste esperó al menos 25 años por el hijo que Él le prometió. Cuando Abraham intentó hacer que se cumplieran las promesas de Dios por medio de su plan humano (al tener un hijo con otra esposa) Dios le preguntó: “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?” (Gen.18:14). Luego Dios le repitió la promesa a Abraham de que tendría un hijo con su esposa Sara. Las Escrituras nos dicen que después que Dios le repitió la promesa a Abraham, éste “creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes” (Ro.4:18). Por lo tanto, es posible que Dios se tarde en cumplir lo prometido para que tu fe crezca a un nivel que nunca antes has alcanzado.
4.Dios también se tarda en hacer lo que quieres para que te sometas a Su derecho soberano sobre tu vida. El rey Nabucodonosor tuvo que aprender esta lección por su arrogancia al pensar que él gobernaba al mundo entero. Dios le dijo al rey que perdería su capacidad de gobernar su reino, “hasta que reconozcas que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres, y que lo da a quien Le place” (Dan. 4:32). Así que cuando observas una tardanza de parte de Dios, puedes estar seguro de que Dios está llevando a cabo otro propósito eterno que tú no logras entender. Él está ejerciendo y revelando Su derecho soberano sobre tu vida. Por lo tanto, entrégate a Él con fe.
¿Por qué Dios no concede algunas peticiones?
1. A veces, Dios se niega a conceder tu petición simplemente porque no concuerda con Su voluntad. Aquí también Dios está ejerciendo Su derecho soberano en Su reino para llevar a cabo Sus propósitos. El apóstol Juan explicó que el Señor tiene un requisito esencial para conceder una petición: “Esta es la confianza que tenemos delante de El, que si pedimos cualquier cosa conforme a Su voluntad, El nos oye” (1Jn. 5:14). Aún Jesús cuando estaba en este mundo, oró: “Padre, si es Tu voluntad, aparta de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya” (Lucas 22:42). Hay muchas cosas que pedimos que no son la voluntad de Dios. Por ejemplo, cuando Pablo le pidió a Dios que le quitara el aguijón, lo cual la mayoría de la gente cree que se trataba de una enfermedad física, Dios dijo que no. Pablo explicó lo que sucedió: “respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2Cor.12:8-9). Es posible que Dios no te conceda tu petición porque Él quiere hacer algo diferente.
2. En otras ocasiones, Dios se niega a conceder tu petición porque no es el momento oportuno. Dios no le concedió el hijo prometido a Abraham de inmediato porque no era el momento que Él había escogido. Dios dijo. “yo estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene” (Gén.17:21). Dios le volvió a prometer a Abraham: “Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo” (Gén.18:14). Fíjate que el cumplimiento de la promesa de Dios tenía una fecha fija. Las Escrituras declararon el cumplimiento: “Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había dicho” (Gén.21:2). Por lo tanto, sométete a la fecha escogida por Dios y confía en que Él sabe exactamente lo que está haciendo.
3. A veces Dios te niega la petición porque no tienes la actitud debida en tu corazón. ¿Cómo sabes si tu actitud no es buena?
a. Santiago instruyó que, si nuestros corazones dudan del Señor, esto nos impedirá recibir de Él: “si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (Santiago 1:5-7). Por lo tanto, tienes que estar seguro de que tu corazón confía completamente en el Señor
b. Santiago también instruyó que nuestra petición podría tener malas intenciones y esto también nos impedirá recibir de Dios: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4:3). Así que, examina tus intenciones.
c. Jesús declaró que algunas personas se acercan a Él en oración con un corazón altanero y censurista. Mira lo que Jesús instruyó, “A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:9-14). Por lo tanto, debes estar seguro de que tienes un corazón humilde y recto delante de Dios.
Condiciones para la concesión de una petición.
La sección anterior naturalmente da lugar a la pregunta: ¿Cuáles son las condiciones necesarias para que Dios conceda una petición?
1. Tienes que presentarte ante Dios arrepentido de tus propios pecados y humildemente buscar Su favor. Esto se observa claramente en la sección anterior en la historia del fariseo y el recaudador de impuestos (1 Lucas 18:9-12). Si quieres que Dios conceda tu petición, tienes que presentarte ante Él con una humildad sincera. Mira la confianza que el rey David expresó en el Señor: “El deseo de los humildes oíste, oh Jehová; Tú dispones su corazón, y haces atento tu oído” (Salmo 10:17). Así que, acata el mandato de Pedro con la certeza del amor que Él tiene por ti: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:6-7).
2. No debes guardar ningún pecado en tu corazón. David dijo: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado” (Salmo 66:18). Esto quiere decir que no puedes guardar ningún resentimiento en tu corazón, más bien, tienes que perdonar para que Dios conceda tu petición de misericordia y de perdón. Jesús les explicó a los discípulos esta importante condición: “Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas” (Marcos 11:25-26). Jesús incluyó toda ofensa y a toda persona cuando dijo: “algo contra alguno”. Jesús establece claramente que tienes que buscar la reconciliación con aquellos que te han ofendido y con aquellos que están enfadados contigo. Jesús dijo: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23-24)
3. Para que Dios conceda tus peticiones, tienes que venir delante de Él con fe verdadera. Jesús dijo: “Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis” (Mateo 21:22). Debes creer que la oración es el medio por el cual recibes algo de Dios. Entonces, ¿crees tú que Dios es capaz de conceder tu petición y que está dispuesto a hacerlo?
4. Tienes que pedir conforme a la voluntad de Dios. El apóstol Juan instruyó: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” (1Jn.5:14-15). Dios concede sólo la petición que es hecha según Su plan eterno.
5. Tienes que pedir en el nombre de Jesús para la gloria de Dios. Jesús dijo: “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Jn.14:13). ¿Qué significa pedir en el nombre de Jesús? Pedir algo en el nombre de Jesús significa que te acoges a Su mérito, carácter y justicia. Si has cumplido con esas condiciones, entonces el resultado glorificará al Padre y al Hijo.
¿Debes tomar medicamento o someterte a una cirugía para ser sanado?
Algunos creyentes te dirán que haces mal si tomas algún medicamento para sanar o para aliviar el dolor. ¿Haces bien al tomar medicamento si buscas la sanación divina de Dios? ¿Haces bien al tomar medicamento para aliviar el dolor o debes simplemente soportarlo? Dios aclara muchas de estas dudas en las Escrituras. Por medio del profeta Jeremías, Dios declara que la nación de Babilonia necesita sanación espiritual y que Él ha hecho todo lo posible por ayudarla. Dios habla del bálsamo espiritual (medicina) que el pueblo debe tomar para aliviar el dolor que están padeciendo. “En un momento cayó Babilonia, y se despedazó; gemid sobre ella; tomad bálsamo para su dolor, quizá sane” (Jer.51:8). Dios habló claramente y alentó a la nación para que tomara medicamento para el dolor con la esperanza de que la nación sanara. Dios volvió a hablar por medio de Jeremías para rogarle a Su propio pueblo que tomara la medicina que Él tenía para ellos. “¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay allí médico? ¿Por qué, pues, no hubo medicina para la hija de mi pueblo?” (Jer.8:22). Si los médicos, la medicina y el medicamento para el dolor no son buenos, Dios no los hubiera usado como ejemplos en su lenguaje figurado.
Otro pasaje que también aclara este tema es cuando Dios menciona la época del Reino en el que Él establecerá Su trono aquí en la tierra. Dios declaró: “Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina” (Eze.47:12). Es importante recordar que Dios no hubiera dicho que las hojas se usarían como medicina si el tomar medicina estuviera mal. Es evidente, por todo lo que Jesús hizo y por Sus enseñanzas, que Él vino al mundo para aliviar el sufrimiento y el dolor. Dios también le ha dado sabiduría a los médicos y a los investigadores clínicos para que traten de encontrar medicamentos que logren hacer lo mismo. Por lo tanto, basado en estas Escrituras y en el ejemplo de Cristo, debes hacer todo lo que sea necesario, ético y sensato para aliviar el dolor y encontrar una cura.
Si tu médico recomienda una cirugía o la extracción de alguna parte de tu cuerpo para prolongar tu vida, ¿debes considerarlo? ¡Seguro que sí! Jesucristo dio una ilustración que directamente trata este tema. Jesús dijo: “si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mateo 5:30). ¿Qué quiso decir Jesús con esto? En esta enseñanza, Jesús hace una comparación. En este contexto Jesús se dirige al corazón lujurioso del hombre y les pide a sus oyentes que consideren qué es lo que los hace pecar. Él les pregunta si hay algo en particular que despierta la lujuria en ellos y que al final los hará tropezar y destruirá su relación con Dios. Si lo hay, les anima a que tomen medidas drásticas para eliminarlo. Esta es una hipérbole o una exageración para dar a entender que en ciertas ocasiones es necesario tomar medidas drásticas para proteger tu vida. Él hizo esta comparación drástica para que todos podamos comparar el valor de algo físico que nos perjudica con el valor de la vida eterna. A veces es necesario someterse a una cirugía radical para eliminar algo que puede destruir tu vida física al igual que es necesario eliminar la conducta pecaminosa que puede destruir tu vida espiritual.
La aplicación de este pasaje es muy simple. Jesús no hubiera usado este ejemplo si hubiera algo malo en la amputación o extracción de una parte de tu cuerpo si existe la posibilidad de que ésta destruya tu vida. Estoy seguro de que Jesús y todos sus oyentes entendían la sensatez de amputar una extremidad con gangrena para evitar la muerte del paciente. Este era un tratamiento médico muy común en el primer siglo y continuó siéndolo hasta el descubrimiento de los antibióticos. Por lo tanto, debes comparar el benefició de la extracción de una parte del cuerpo que podría destruir toda tu vida con la opción de no extraerla y posiblemente morir como consecuencia.
¿Debes dejar el tratamiento médico cuando padeces de una enfermedad terminal?
Dejar el tratamiento médico es una decisión muy difícil que no debe tomarse ligeramente. Si el Señor no te sana milagrosamente y el tratamiento médico que elegiste ha fracasado, debes concluir que Dios ha decidido llevarte a tu hogar eterno y darte la sanación suprema que es un cuerpo nuevo. Sí, Dios podría elegir sanarte a último momento, como lo hizo con el rey Ezequías en el Antiguo Testamento (2Reyes 20:1-6). Esto seguro que es posible, pero si Dios no te sana, entonces debes considerar todas tus opciones. Toda decisión que trate el fin de la vida debe tomarse después de una seria y honesta consulta con tu médico y con tu familia. Debes hacerle las siguientes preguntas a tu médico: ¿Hemos procurado todo tratamiento disponible? ¿Si se administrara un tratamiento nuevo, me salvaría la vida? ¿Qué beneficio tendría el continuar con el tratamiento? ¿Si me sometiera a más cirugías u otro procedimiento médico, me causaría más dolor o sufrimiento? Luego tienes que sopesar el beneficio de este tratamiento, el dolor y sufrimiento que conlleva y la calidad del tiempo que puedes pasar con tu familia y tus seres queridos si no te sometes a esa intervención.
La Biblia no promueve la muerte asistida, pero tampoco promueve el prolongar innecesariamente el dolor y el sufrimiento de una persona. Pablo le dijo al carcelero filipense que estaba a punto de suicidarse, “No te hagas ningún mal” (Hch 16:28). Claramente, la instrucción en este pasaje va en contra del suicidio. Tienes que determinar, con el consejo de tu médico, cuándo te estás causando daño al tratar de prolongar tu vida con tratamientos innecesarios. Si estos tratamientos no cambiarán el resultado final y te causarán más sufrimiento, ¿de que te sirven? Pablo dijo, “El amor no hace mal al prójimo” (Ro.13:10). Si amas a una persona, es natural que no quieras que ésta sufra innecesariamente. El principio que debe regir estas cuestiones es: ¿Qué es lo mejor para el paciente? Pablo explicó que uno de los principios básicos del amor es tomar en consideración los intereses de los demás: “no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (Fil.2:4). Lo importante no es lo que sea mejor para los parientes o lo que les ayude a sentirse bien, sino más bien lo que sea mejor para el paciente. Es el paciente quien tiene que soportar la quimioterapia, radioterapia, cirugías etc. Si estos tratamientos no restaurarán la salud del paciente, ¿por qué causarle más dolor y sufrimiento sin la esperanza de cambiar el resultado? Por lo tanto, es el paciente el que debe tener la última palabra.
Si crees que tu muerte se acerca, debes comunicarle tus últimos deseos al médico y a tu familia. Si por alguna complicación médica pierdes el conocimiento, ¿no quieres que tu médico y tus seres queridos conozcan tus deseos para librarlos de cualquier sentido de culpabilidad, confusión o conflicto entre ellos? ¿Quieres que te mantengan vivo por medios extraordinarios sin importar las consecuencias o lo inútil que sean los intentos de restaurar tu salud? Si tú y tu médico reconocen que fuera de un milagro, no importa a que tratamiento te sometas, igual morirás, ¿preferirías dejar el tratamiento y regresar a casa para morir rodeado de tu familia y amistades? Tú decides cuando el tratamiento te causa más sufrimiento de lo que padecerías si simplemente regresas a casa a morir al lado de tus seres queridos. Esta debe ser una decisión personal entre tú y Dios con el consejo de tu médico y tus seres queridos.
Cuando mencionas la idea de dejar el tratamiento, algunas personas te dirán que te estás dando por vencido. Otras personas comprenderán que simplemente reconoces la realidad de tu condición y que no quieres prolongar tu sufrimiento. A la misma vez, no es contradictorio creer que Dios puede intervenir y sanarte, si así lo desea. Nadie quiere morir, pero tienes que someterte a la realidad de la situación y a la voluntad soberana de Dios. Jesucristo enfrentó esta lucha interior cuando estaba a punto de morir. Él le pidió al Padre que le quitara esa copa, refiriéndose a Su muerte. Él sabía que al convertirse en la ofrenda por el pecado del mundo se separaría de Su Padre. Jesús no quería que eso sucediera y preguntó si había alguna otra manera de salvar a la humanidad. Sin embargo, a la misma vez se sometió a la realidad del plan eterno de Su Padre que era mandarlo a la cruz. Escucha la oración de Cristo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”. (Mateo. 26:39). Sométete a la voluntad soberana del Padre. No es necesario que entiendas el plan soberano de Dios para someterte a él.
Entiendo que la lucha interna y las emociones tocantes a esta decisión serán muy fuertes. Cuando Pablo contempló su propia muerte mientras estaba en la prisión, expresó su dificultad: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros” (Fil. 1:21-24). Pablo quería irse a su hogar eterno, pero luchaba dentro de sí contra lo que era “necesario”. Haz lo que hizo Pablo. Pon tus ojos en lo que “es muchísimo mejor”. Tarde o temprano todos vamos para allá. Recuerda, el morir es ganancia. Al morir no pierdes nada, más bien recibes el premio supremo. Jesús dijo: “Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos” (Mt.5:12).
¿Se debe desconectar el ventilador o el tubo alimenticio?
La última de estas decisiones difíciles probablemente no la tomarás tú. Es por eso que debes comunicarles, de antemano, tus deseos a tu médico y a tu familia. ¿Quieres que te mantengan vivo con un ventilador y un tubo alimenticio si no hay posibilidad de una recuperación? La mejor manera de tomar esta decisión es usando el sentido común. Por ejemplo, el sentido común dicta que no debes mantener a alguien vivo artificialmente si su espíritu y su alma ya dejaron el cuerpo. Si tu médico te dice que no hay ondas cerebrales, debes concluir que la verdadera persona (el espíritu y alma) han salido del cuerpo. Santiago usó esta acertada comparación entre la vida y la muerte cuando declaró: “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Stg.2:26). La Biblia declara que la muerte sucede cuando el espíritu y el alma salen de la morada provisional (el cuerpo) y la persona recibe un cuerpo nuevo celestial (2Cor.5:1-10). Cuando Cristo murió en la cruz, inclinó Su cabeza y “entregó el espíritu” (Jn.19:30). La palabra, espíritu, en el griego original significa aliento, refiriéndose al principio esencial de la vida. También, cuando Elías oró por el hijo de la viuda que estaba muerto, las Escrituras dicen que “el alma del niño volvió a él, y revivió” (1Reyes 17:22). La palabra, alma, en el hebreo original ha sido traducida en otras partes del Antiguo Testamento, como vida, mente o la persona misma. ¿Quieres que introduzcan oxígeno y comida en tu cuerpo aun cuando tu espíritu ya no se encuentra allí?
Recuerda el siguiente principio importante. Sólo porque la tecnología humana puede mantenerte vivo no quiere decir que eso es lo que debes hacer. En varios aspectos, la tecnología humana se ha entrometido en el ámbito de Dios y en Su derecho soberano sobre la vida y la muerte. La tecnología nos ha dado la capacidad de hacer muchas cosas que van en contra de la moral (ej. clonación humana). La pregunta es: ¿Qué es lo mejor para el paciente? ¿Qué le dará el mayor beneficio al paciente con el menor dolor y sufrimiento? Simplemente porque podemos introducir nutrientes y oxígeno en el cuerpo que no tiene posibilidad de sobrevivir no quiere decir que es lo debido. ¿No prolongaría esto el sufrimiento? Que Dios te dé la sabiduría y el sentido común para tomar estas decisiones tan difíciles.
Perspectivas de la Asociación Médica
Comunicado de la Asociación Médica Británica: “El objetivo principal al comenzar un tratamiento médico es proveer al paciente un beneficio para su salud. Para continuar un tratamiento en curso, se requiere la misma justificación. Por lo tanto, a menudo se da inicio al tratamiento para determinar si es de beneficio para el paciente, aunque después se cancele al obtener más información. Cuando un procedimiento deja de beneficiar al paciente, continuar con el tratamiento no sirve a los intereses del paciente, y de hecho, podría considerarse inmoral. La decisión de negar o de interrumpir la alimentación y la hidratación artificial se presenta solamente en los casos más extremos en los que la suministración de estos no beneficiaría al paciente. Un paciente desahuciado es aquel que padece de una enfermedad activa y progresiva para la cual no hay tratamiento curativo o apropiado y de la que fallecerá en los próximos doce meses”.
Comunicado de la Asociación Americana de Enfermeras: “La decisión de negar la alimentación y la hidratación artificial debe ser tomada por el paciente, o su suplente, junto con el equipo del cuidado de salud. La/el enfermera/o continúa proveyendo el cuidado especializado para el paciente que deja de recibir alimentación e hidratación artificial. Al igual que cualquier otro procedimiento médico, la alimentación e hidratación artificial podrían ser justificadas o no. Esta no se debe iniciar ni rechazar hasta después de razonar y sopesar el beneficio y la carga para el paciente. Las dificultades de ética surgen cuando no está claro si los alimentos y los líquidos son beneficiosos o dañinos. Ya que estos son esenciales para vivir, esta duda hace que te preguntes si la vida, bajo ciertas circunstancias, podría ser más dañina que la muerte. Para justificar esta intervención, como en cualquier otro procedimiento médico, el beneficio que se anticipa debe ser mayor que las dificultades que ésta implican.
Una nota personal:
Reconozco que cada uno de los temas que abordé en este artículo es muy difícil de entender y mucho más difícil de vivir en carne propia o con un ser querido que está sufriendo. Pero recuerda que Dios prometió: “No te desampararé, ni te dejaré” (Heb.13:5). Dios también prometió darte sabiduría si se la pides (Stg.1:5). Al recibir la sabiduría de Dios en medio de esta prueba, el Señor te sostendrá con Su paz. Cuando los discípulos estaban a punto de pasar una de las noches más difíciles de sus vidas y al siguiente día verían a su Señor crucificado, Jesús les dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan.14:27). Cuando confías en Dios, Él te da Su paz en los momentos más difíciles de tu vida. ¡Él está contigo! No te abandonará ni te dejará soportar esta enfermedad a ti solo. La última promesa que Jesús le hizo a los discípulos fue “yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt.28:20). Esta es una promesa que el Padre cumplirá. Por lo tanto, clama a Dios y pídele que te llene en este momento de Su paz y Su presencia y, ¡deja que Él fortalezca tu corazón!